Junto a esta mesa hay una ventana que da a una terraza donde está una maceta con una planta de sol, y un rehilete. Yo creía que giraba por mérito del viento, pero cuando estaba quieto, temblaba; se estremecía, vulnerable, por sus cortes hechos con navaja y su clavo de ombligo (como cuando me da vueltas lo que siento).
Hoy sé que el rehilete es eje de sí mismo, mitad palito de papalote, mitad molino; gira porque integra todos sus lados. El viento solo pasaba por ahí.
Escribo en esta mesa y no en otra, por ese rehilete.
8 septiembre, 2014 en 20:07
Los caprichos de la física, y la virtud de quedarse a contemplarla.
8 septiembre, 2014 en 20:36
Capricho, el epílogo: hallar solaz e inspiración frente al rehilete a bordo de una silla que no tiene respaldo.
14 septiembre, 2014 en 20:19
Generalmente la inspiración pasa por caminos misteriosos. Pregúntame que tienen de especial ciertas composiciones musicales, que puedo escuchar durante meses una y otra vez sin aburrirme, y responderé que no sé.
Pueden ser caprichos cómo los de Paganini o un divertimento cómo el de Mozart, lo cierto es que me mueven más que un terremoto.
3 octubre, 2014 en 01:52
Es maravilloso dónde los humanos podemos llegar a sentir la magia.
El rehilete es la fuente de verbos vivos.
¡Un abrazo!
3 octubre, 2014 en 14:32
Me encantó tu frase. Se la fui a decir al rehilete. Te envió un abrazo concéntrico.