Viajo a países y a brazos. Aterrizo y paso por interrogatorios de migración y de cuéntame de ti. Giro las postales de los sitios más concurridos, monumentos de ciudad o de Facebook. Pruebo el pan, el agua embotellada, cuántos trinos le caben a los semáforos; descubro en qué parte de debajo de los puentes y de la memoria de quien me mira está el grafitti. No sigo las rutas sugeridas, pero agradezco el regalo de un mapa. Camino. Camino mucho. Camino hasta donde se cruzan cerca y más cerca. De los países, guardo entradas de museos, tintas en frascos, fotografías en jardines botánicos. De las personas y otros mundos interiores, conservo palabras*.
Clepsidra – reloj de agua que me traje de cuando hice mi tesis de maestría, embarazada, y entrevisté a 20 niños acerca de qué les gustaba más de los libros de historia griega.
Chistosón – adjetivo que usaba mi profesor de Derecho Positivo Mexicano para nombrar sus exámenes bimensuales.
Embarnecida – término que mis tías añadían a su saludo sorprendido durante mi adolescencia.
Colchoneta – Diez, quizás veinte de ellas, cubrieron a cierto caballo durante el primer tercio de una corrida de toros en una plaza en Saltillo. El toro ni se le acercó a aquella cama de campamento con patas y estampado de flores. Una vez me contaron esa anécdota y he tardado dos décadas en desaceitarme de risa.
Zacahuil – sinónimo de 42 grados centígrados, a la sombra. También es un tamal de un metro de largo y veinte kilos de peso que se prepara en la Huasteca.
Musaraña, conspicuo, marajá, endosado – investidura inconfundible de quienes hicimos doctorado en “Don Gato”.
Fundillo – palabra que una persona de mi familia incluyó en la descripción gráfica de una boda árabe a la que asistió.
(Mucha) perdición – explicación de la existencia de todos los males del mundo, según mi abuela.
Renegado – primera lección de sociología, implantada por Jana de la Selva.
Aseo – rectángulo de la pulcritud donde solo cabe un gato dentro de un sello. Pero qué bonito suena.
Vázquez – apellido que legitima mi venia de cambio de carril desde que soy copiloto.
Pichiruchi, monocotiledóneas, grapcias, Nervo Calm [grageas] – …. pod favod.
Jubileo – equivalente a fiesta alegre y de larga duración. Lo más próximo al desmadre, cuando uno estudió en escuela de monjas.
Enhorabuena / a buena hora – parámetros de felicitación y de vernos en Tres Marías, respectivamente, a causa de “Siempre en Domingo” y de quedarme a dormir en casa de mis abuelos la noche antes de una excursión.
Chipocludos – adjetivo con el que un profesor describió cómo era tener 9 años, el día que los cumplí.
Lo mejor de los viajes y de las coincidencias es volver a casa, y que el diccionario vaya mutando según se expanden el mundo y el corazón.
* Una disculpa a mis lectores que no son de México, por los localismos. Si me escriben, les cuento a qué me refiero y hasta podemos encontrar referencias afines. ¿Qué les parece?
29 marzo, 2015 en 16:56
Tascalate: bebida de maíz, cacao, achiote, azúcar y canela.
Pozol: bebida de maíz y cacao chiapaneco.
Equipale: asiento tradicional de cuero de cerdo y madera.
Jericalla: natilla horneada tapatia.
Tecuino: fermentado de maíz servido con nieve de limón y sal.
Corunda: tamal tarasco triangular de maíz.
Bollos: tamal de masa de maíz sin relleno.
Canario: tamal de vainilla de las montallas veracruzanas.
Yolixpa: fermentado de hiervas poblano.
Huaxmole: originalmente de puerco, pero de verduras es delicioso.
Zacahuil: tamal huasteco de hoja de plátano.
Mi preferencia por la gastronomía tradicional ha terminado ampliando mi diccionario.