Quédate con quien puedas encontrarte en la esquina donde no hay maquillaje, ni goma de borrar ni wifi.
Quédate con quien resuma, en una imagen, todas las palabras que te nombran.
Quédate con quien te haga tanto bien y tan claro que hasta se reduzcan tus dioptrías.
Quédate con quien te escriba cartas de noche y, al leerlas, siempre amanezca.
Quédate con quien te haga cucharita emocional y donde no falten, en la mesa, café y una libreta de los momentos memorables.
Quédate con quien te muestre que el lugar que ocupas difiere del rol que juegas.
Quédate con quien te escuche con tanta atención que sea inevitable emitirle una licencia para figurar entre tus sueños más entrañables.
Quédate con quien puedas conducir por horas en autopistas. O a través de los minutos o de las fronteras. Y el camino siga su camino.
Quédate con quien tengas 17 años y te recuerde que un día, morirás. Y vuelvas a tener 17 años y, lejos de añorar envejecer juntos, quieras ser más joven cada vez.
Quédate con quien no ponga en venta su mirada en el anaquel de los zurcidos invisibles. Quien te bese con los ojos abiertos, en todas tus rasgaduras, con el alma en prenda.
Quédate con quien puedas decir, hacer y sentir desde el riesgo de sonar como una loca, y que te celebre tu lucidez silvestre.
Quédate con quien aprecie lo sagrado del nosotros, pero no necesite persignarse con él.
Quédate con quien puedas dejar morir la fantasía de cómo era tu ideal para quedarte, sin sentir que pierdes o que te mueres o que te vas a dar en la madre.
Quédate con quien puedas ser tan tú que los pretextos y las explicaciones migren, de hambre. Pero con quien conserves algunos subtítulos, por si el diccionario se desincroniza.
Quédate con quien podrías platicar de un tema diferente todos y cada uno de los días de tu vida; y, a la vez, compartir el silencio.
Quédate con quien puedas mostrarte inquerible, imperdonable, infiel y obsoleta y que, en vez de curarte o salvarte, te muestre que ha herido y le han disparado en los mismos lados del corazón.
Quédate con quien pueda no quedarse y te obligue a enfrentar tus monstruos del rechazo y a pactar con el cambio. En paz.
Quédate con quien no debas ni te deba. Y que, en esa falta de imperativos, solo quede la invitación a coincidir.
Quédate con quien puedas ver Don Gato por telepatía.
Quédate con quien te inspire textos en segunda persona, pero tenga un mundo interior tan propio, que jamás se los atribuya.
Cuando llegue a sucederte, haz una pausa donde quiera que estés. Que tu primer brote de raíz no sea el asombro o el alivio, sino estar agradecida.
21 mayo, 2015 en 20:59
Y coincidir.
Bello.
25 mayo, 2015 en 12:30
Te mando un abrazote, Aída. Espero que tu niña siga mejor de su manita.
26 mayo, 2015 en 02:33
Hey!!! Gracias por estar al pendiente, qué bonita sorpresa. Ya está mejor. Su dedo practicamente ya está bien. Abrazos!!!
24 mayo, 2015 en 19:29
Me dolió.
24 mayo, 2015 en 22:29
Escríbeme, Hluot. Un abrazo.