A mi aspiradora se le notaba el uso: el cepillo inferior tosía, el aditamento para las esquinas prefería las glorietas, el cable daba muestras de orzuela, cositas así. Nada que no se resolviera jalando el aparato a gatas, dando ocho oportunidades de que la pelusa fuera succionada, usando cinta de aislar, árnica para las rodillas, loratadina. Hasta que sucumbió.
Compré otra. Leí el manual; la encendí.
—¡Óral..!.—Arrebató mi grito, la pirámide social de tres generaciones de ácaros y cualquier vestigio de polvo de mi casa y aparecieron, compactados, en un receptáculo transparente. La alfombra adquirió una textura pachoncita y salerosa; me recordó al día en que la pisé por primera vez, cuando migré a California el nueve de enero de hace seis años.
Migré, como todos los que migran, buscando estar mejor. Mi anhelo se cumplió, aunque no tuvo que ver el país: dependió de saber que necesito muy poco para estar bien: mi bolsa de agua caliente, mi pluma Bic, mi labial rojo, mi casa limpia, salud y tiempo para escribir. No siempre estuve ni estaré bien, claro. Para cuando sucumban donde puse mis certezas, mi estar mejor dependerá qué elijo entre las opciones que me da la vida. Por lo tanto, tengo todo lo que requiero para ser feliz.
Seis años después aspiro diferente. Me encanta para aniversario.
17 enero, 2016 en 12:14
Feliz aniversario, te deseo mucha salud y tiempo para escribir, para estar con tus seres queridos y buscar aquello que te convenga entre el menú que te ofrezca la vida.
Un abrazo.
10 marzo, 2016 en 20:46
¡Gracias, Hluot!