Viajé, y volví sabiendo de abrazos.
Yo creí que conocía todo acerca de esa cercanía. Me faltaba saber de distancias.
Porque es posible abrazar botes de basura donde, al fondo, hay libros.
Abrazar como si las banquetas fueran capillas de andenes.
Reconocer, asentir. Oye, sí: abrazo;
ahuyentar, ahorita no. Pero ven, te abrazo.
Que hay abrazos que afirman «esta negación es mía»;
o través de café o textos de sangre;
abrazos de personas que nunca llegan
y de personas que aceptan una cita espontánea;
abrazos que son ovación de pie;
que son chilaquiles con vista al parque;
que tienen algo de cordón umbilical.
Abrazos que son reiteración, pasar lista.
Ya no está uno para repetirse,
¡cuánto bien hace repetirse!
Subrayar, insistir: mira, esto es lo que siento.
Puedo decirlo de muchas maneras, o de una sola,
y traducir: abrazo.
Porque que si sólo sabes abrazo, en la cercanía o en la distancia, es suficiente.
Mi pasaporte no dice, con verdad, qué tan lejos fui. Celebré controlar cada vez menos, querer cada vez más fuerte. Tuve que pagar exceso de equipaje porque los abrazos jamás se quedan en el cuerpo.
Viajé, volví.
29 octubre, 2016 en 19:09
Y faltó uno con sabor a tacos de canasta!
3 noviembre, 2016 en 11:49
¡Pendientísimo!
31 octubre, 2016 en 09:43
cuánta belleza en expresión y vocabulario
3 noviembre, 2016 en 11:49
Gracias por leer, Laura. Recibe un abrazo fuerte.