Alguna vez mi cuerpo fue una flecha, un martillo, un lienzo, un altar de los asombros, casa de dos hijas producto del amor. Alguna otra vez mi cuerpo también fue mi enemigo con un desorden alimenticio y me aplicó la ley del hielo, me dejó a solas conmigo misma y paralizada en vez de llevarme, corriendo, a un techo a salvo de la tormenta. Mi cuerpo, a veces, llora si no estoy ocupada en algo. Hay quien dice que soy notoriamente diligente. No son lágrimas de dolor sino de ya pasó.
El otro modo de estar sin que salga agua de sal por los ojos es entre árboles, flores y plantas. Mis manos pueden estar quietas, confiadas, sin tener que llenar el momento con tareas. Cuando flora, río. Quizás menos que antes, con mi risa boba, pero por motivos más genuinos. Cuando flora, danzo. Y qué cómplices son el verbo bailar y los orgasmos seguiditos. Cuando flora, alimento. Doy las gracias por el trabajo nutritivo que permite traer comida a la mesa y brindarme.
Cuando flora, yo en ella, amando a mi cuerpo que busca la fotosíntesis, las estaciones, las raíces, los frutos, el rocío, que son mejores explicaciones para enfrentar los cambios y la adultez, y adentrarme en el proceso creativo. Amando, amando al cuerpo que ha creído que soy frágil y un día me romperé. Y ese día es casi siempre y casi nunca.
Lienzo, martillo, altar de los asombros, flecha. Y, cada cinco años, horno de letras impresas. ¡Viene otro libro en camino!
7 febrero, 2020 en 20:07
Flora hermoso! Y que ansiedad por el libro!
12 febrero, 2020 en 17:43
Enhorabuena querida Miranda. Bienvenido pequeño empaque de letras y emociones!!
14 febrero, 2020 en 04:19
que bueno es leerte..en el transcurso , siguiendo tus palabras, queda unaplacentera sensación de regocijo!Floreciendo otra vez!que bueno..maravillosas noticias paracelebrar..abrazo desde el sur,el maren la costa AtlánticaMar del Plata