Es el cuerpo hecho casa en donde habita la serenidad. Vuelvo después de pasear mi cuerpo envuelto en el papel celofán de las teorías y a través de los vínculos, nombrando: desregulado, aterido, hipervigilante, detonadores, apuntando bien con el índice y los conceptos.
Mi recuerdo de ese viaje fue concluir que saber en papel no es saber en la piel.
Por eso, quizás, dije «basta» y me convertí en piedra y círculo y me hice agua. Y, confiando en la desmemoria, fui dejando tiradas las palabras grandes. Me quedé con las que me caben en la bolsa y en la mano: tocar, sentir, estar, respirar.
Ahora parece que salgo menos, que no me dejo ver. Desde aquí, es curioso, las ventanas están abiertas. En esta casa hecha cuerpo al fin estamos tranquilas, aprendiendo a confiar otra vez, comenzando por consultarnos a quién y cómo queremos tener cerca, qué sentimos con cada presencia, qué podemos cambiar, qué no.
Así que si te invito a mi casa en un abrazo, ten la certeza ciertísima de que vengo en paz de son.
Y si no te invito más, también.
29 abril, 2022 en 07:36
Te extraño Querida Miranda… y si a través de tus libros me siento en casa, abrazo muy grande.
29 abril, 2022 en 10:21
Mi corazón se viste de alegría; por leerte, por saberte bien y en esa transformación que atraviesan todas las almas que florecen de bonito como tú.
Abrazo de colores e ilusiones, desde el otro lado de esa ventana abierta por donde siempre es y, será, un placer atisbarte, café en mano.
29 abril, 2022 en 11:27
Lo hermoso de estar en armonía y en calma es como ese abanico de colores que aparece cuando la luz pasa a través de un prisma. Así lo leo.
La invitación es recíproca y la amistad perenne, querida Michelle. 💜
9 mayo, 2022 en 10:45
Tu serenidad te ha costado y con placer la respeto y honro. ¡Qué precioso texto, querida Mich!
Un abrazo y que Dios te siga bendiciendo y cuidando.
Te quiero mucho.