Locadelamaceta

Cultivo letras, voz, y otras plantas de interior.


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Una barda

Ten estos pedazos de entereza que te miran y sonríen.

En esta hoja en blanco sólo hay colores tímidos.

Voy conmigo. ¿Vienes?

Ternura. Y revoluciones uniéndose a la causa.

En tus párrafos me supe libro.

Habítame. Ya conseguiremos un cuarto.

El cielo quiere ser pared y tocarse los pies.

Por aquí pasó un suspiro y se quitó el abrigo de hubiera.

Toca el timbre del ego del patriarca, y corre.

Los ladrillos, de grandes, quieren ser horizonte.

 


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De súbito

Para el Ingeniero, por supuesto.

Los lunes lloro.

Añoro tu reloj en la mano derecha, tus zapatos azules, tu barbilla,

el lugar donde tu mente se encuentra con la mía, deleite.

La lista secreta de escenarios del ojalá,

el pase de abordar esperanzas antiguas recién nacidas.

Lágrimas de sueños despertando.

las calles vacías y anónimas.

Nos extraño.

Los martes me ocupa el trabajo.

Soy toda concentración y enfoque,

proyectos por entregar, saturación.

Casi olvido que nos conocimos,

reniego de la poesía, la encuentro inútil,

no suelo llevar tu fotografía a mi beso.

Me siento a gusto,

aunque el piso esté frío y la ventana cierre a medias.

Los miércoles me enfurecen las pistas de frenado,

odio guardar compostura,  las barras de seguridad.

Quiero verte, ahora porque ahora. Impostergable.

Tirar por el precipicio a la cautela,

trastornar todas las rutinas. Urges.

Esto es una tortura.

¿Por qué estás tan sereno?

Tengo sangre en las manos. Tuve que matar al tiempo.

Los jueves tomo un decisión a propósito

y me obligo a dejar de pensarte.

Invoco a mi resiliencia,

por si te vas y nunca regresas;

paso lista de mi luto y de mis rezos,

por debo mandarte al olvido algún día.

Hago acopio de mi fuerza,

sólo hallo mi corazón, ternura, y tu nombre.

Los viernes llevo lencería negra

por si me topo contigo mientras vivo,

tu carisma, mi coqueteo, la cima reiterada,

la risa que lubrica,

porque hélice, porque abrazo.

Soy un mar de placer profundo que contempla el cielo.

Igual que tú.

Y ambos lo sabemos.

Los sábados/domingos estamos/somos

el amor nos conduce, libres,

y es tan fácil como un milagro;

dejamos que hable nuestra presencia

de las horas contadas esperando a vernos,

el graciasgracias de habernos encontrado,

de ir avanzando hacia la segunda mitad de la vida,

atareados pero compatibles,

diluyendo el pacto con la soledad.

Luego es lunes, de nuevo.

Y aunque cambia el orden de los días,

quedan los giros y la emoción:

algo siempre comienza, algo siempre termina,

nos vamos sucediendo de súbito.

Dijiste que te gustaban las montañas rusas.

A mí también me gustan.


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Derretida

Él me tomó de la mano después de mis evasivas, largas y excusas haciéndome la cool. Consentí, porque es una persona que aprecio y admiro. Los diez soles de las yemas de sus dedos orbitaron los míos. Me derritió su gesto, he llorado y llorado desde entonces. Lloro por el cinismo helado que se incrustó en mi mirada: este ha sido el año en que me di por vencida en el amor de pareja. Lloro de alivio valiente, encendido y mutuo a prueba de distancia cortés para evitar decepciones. Son lágrimas de hielo cansado.

No me da miedo que me rompan el corazón. Asusta más lo fácil que es acostumbrarse a no sentir en las sociedades donde nadie se toca.