En tu ceño, miniatura de la grieta que apareció en tu casa. En la intemperie forzada de ser adulto en temporada de lluvias y noticias. En el momento que cargaste a tus hijos y buscaste un lugar a salvo entre la oscuridad del trauma. En tu insomnio esperando la réplica, en tu conocimiento de saber que 185. En la pregunta obligada de cómo te agarró el temblor, en el compartir tu susto y tu alivio entre las imágenes y sonidos que te siguen retumbando. En el desgajamiento de tu rutina hoy, en tu sandunga como lamento, en el azote de tus costas, en los derrumbes de tu México —no importa con qué fue construido—. En tu sospecha de que hay algo macabro sucediendo, sin que puedas abarcarlo. En tu amanecer de ojos cansados de que éste sea el futuro. En el epicentro de tu silencio que no deja de cimbrarse.
En donde estés: te llevo palabras como café con piloncillo y canela, y un pan de abrazo.