Locadelamaceta

Cultivo letras, voz, y otras plantas de interior.

El cuadernito negro

4 comentarios

Cuando me retire del mundo y de la gente, desorientada, con ojos de canica blanca, y notes mi respiración de fuelle reseco, y mi cuerpo empiece a abandonarme y yo a él, porque ambos nos iremos a un viaje invisible sin guía de turistas, y el oxígeno en la sangre se me vaya agotando y me sostengas la mano púrpura mientras sueño que vivo el final de mis días, tráelo. Es un cuadernito negro, el que siempre estuvo en mi buró. Y lee.

Si se aparece un sacerdote, tú sigue leyendo. Aunque me sepas lejos, tramitando con otras dimensiones los detalles de mi partida, lee y lee más. No te fijes en las circunstancias si, de súbito, me desvanezco a bordo de una ambulancia, lee aunque suene la sirena. Si me disparan o acuchillan, lee frente a la herida vertiendo en ella las palabras. Si es infarto fulminante, más a mi favor: lee, pues ese cuadernito tiene el otro extremo de mi corazón.

Te parecerán frases inconexas. Pásamelas con tu voz, una por una, enunciándolas por incisos como fuegos artificiales. La esquina de Amores y Tlacoquemécatl. Los primeros acordes de Princesa de Joaquín Sabina. Ross diciendo Unagi. Trece de julio. Jesusita en Chihuahua. Falta Soren Lorenson.  Tierra pa’macetas. Una bugambilia en la banqueta.  «Te extrañé». El vitroblock en el costurero. Una ficha bibliográfica. Vincent Pérez vestido de conejito. La palabra «Lúa». Sobre la verde alfombra, un insecto de luz tranquilo estaba.

Cuando la vida esté por despedirse con su caravana de ballet ve a donde diga: mi papá recogiendo dulces de una piñata. Síguete con: mi hermano explicando el cinturón de Orión, y mi mamá celebrando que la tinga llegó a su punto culminante del hervor. No te saltes: el brazo de él ayudándome a caminar en el hospital, las dos veces, después de las cesáreas. Y sigue leyendo, por turnos, con tu hermana. Quiero que inscribas en tiempo real: mis hijas leyéndome el libro de los momentos memorables mientras muero.

Ésta es mi última voluntad.

Quiero creer que falta mucho para ese instante y, sin embargo, debo decirte que varias veces antes de morir llegaré hasta la orilla de estar viva y me extinguiré. Es parte de la función. Si acaso me ves llorando el jardín con una pluma en la mano, pierde cuidado: no todas las lágrimas son de dolor. Algunas son de renacer, llorando de alegría o de gratitud.  Te dejo estas indicaciones. Hoy, con toda probabilidad, te tocará presenciar uno de esos registros gloriosos.

Autor: locadelamaceta

Blogger Libra en tecnicolor. Vive en California, escribe descalza, le rondan dos hijas y tiene un jardín.

4 pensamientos en “El cuadernito negro

  1. Favorito. Hermoso

  2. Conozco algo del catálogo de las lágrimas, y estas de renacer reverberan prístinas desde mi corazón hasta las mejillas.

    Sigue escribiendo mucho, mucho, muchísimo, en la libretita negra y en papeles de colores, y en hojas albas, y en todo lo que pueda guardar tu esencia para siempre.

    Abrazo enorme a ti y a tu logos!

    Themis Maya.

  3. ¡Qué bonito! Si se vale escoger, yo también quiero irme así, la voz de la persona amada reviviendo detalles y pedacitos de nuestras vidas y despidiéndonos así, en complicidad.

    Aunque, la verdad, aquí aplica perfecto citar a Winnie the Pooh:

    “If you live to be a hundred, I want to live to be a hundred minus one day so I never have to live without you.”

    ― Joan Powers, Pooh’s Little Instruction Book

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