Entre todas las añoranzas, la de querer conocer una casa por dentro es tremenda.
Y es que las casas se aparecen de repente aunque lleven cincuenta años en esa calle. Brotan a la vista como si el contorno de su techo y sus muros estuviera delineado por un marcador grueso. Miraesacasa, una sola palabra, unidad de atención.
Las de historias que uno inventa a partir de ese brote: quiénes la viven, qué fantasmas acechan, las instantáneas de las fiestas, el primer día de habitarla, el último. La de detalles especulados: ¿habrá jabones verdes con grietas?, ¿hay helechos como en todas las películas antiguas?, ¿alguien le hacía al macramé?, ¿han hecho el Test de Rorschach en las manchas de aceite de la cochera?, ¿alguna vez tuvo filtro en la tarja o una mesita para el botellón?, ¿la escalera se percudió por el roce?, el tendedero ¿era de mecate o de alambre?, ¿en qué habitaciones quedan residuos ilustres de semen? (¿y de sangre?), ¿tiene eco?, ¿tiene pileta de granito?
Y las puertas y rejas cerradas, porque la casa está siendo casa y resguardando a su gente de las inclemencias del clima y de los otros. Y los relatos que uno se inventa crecen con el paso de los pasos y los semáforos. Qué ganas ir a sonar el timbre: oiga, ¿puedo entrar a conocer su casa? Diga que sí, ándele. Es que vengo por aquí todos los días desde hace años y me muero de la curiosidad de ver cómo es, no sabe usted, no se imagina lo que yo imagino, ya es como una película que tengo en la cabeza, es parte de mi vida, esta añoranza sólo se me quitará entrando. La respuesta será siempre: no. Son tiempos tristes y violentos, éstos.
Miraesacasa. Y la resignación a admirarla de lejos, con carrusel de imágenes hipotéticas como el único recorrido por las habitaciones. Como la mujer o el hombre que no puedes dejar de ver, pero ni sabe que existes.
Está en la glorieta. Y tiene una jacaranda.
Suspiro.
26 mayo, 2017 en 15:02
una vez más navego en tus letras, gracias.
17 agosto, 2017 en 21:15
Gracias a ti por leer, Isa. Te abrazo.
26 julio, 2018 en 07:44
¡Yo creía que era el único que pensaba en eso!
No me pasa con todas las casas, pero hay algunas que te gritan en la cara «!Aquí estoy, y ni te imaginas lo que tengo adentro!» A veces, son aquéllas frente a las que paso todos los días; otras, las que veo por única vez. Pueden ser mansiones gigantes, con palmeras en la entrada; pueden ser casas-cubo, ésas que parecen cajas y tratan de disimularlo pintándose de rosa o amarillo, llenas de macetas al frente.
[Agregar aquí todo eso que pusiste arriba]
Las que me dan másmásmás curiosidad, son las casas de ciudades por donde paso de viaje. No solo es el atractivo de soy-una-casa-diferente-a-la-tuya, sino el hecho de que sus personas son de una cultura grandemente diferente a mí. ¿Cómo será su cocina? ¿Qué tienen en sus libreros? ¿Qué cuelgan en sus paredes? ¿Qué tipo de tiliches guardan, abandonados – y dónde?
Y, ¿sabes qué? También me pasa lo mismo con la gente en la calle. Cada quien tiene una historia diferente para ese ahora – y todas son interesantes, aunque ellos no lo vean así. ¿A dónde van? ¿Por qué tan serios? ¿Quién los espera? ¿A dónde les gustaría ir realmente? ¿En quién están pensando?
Y así.